Ramón Gómez de la Serna. Greguerías ilustradas



Comunicación presentada en la Fundación Ortega y Gasset en Madrid, en las jornadas "Ramón Goméz de la Serna (1888-1963). El futuro es ayer" dedicadas a Ramón Gómez de la Serna en noviembre de 2013

La trayectoria literaria de Ramón coincide, al menos hasta la guerra civil, con un periodo muy brillante de la ilustración gráfica y de la caricatura española, propiciado por la renovación de las técnicas de impresión, la proliferación de revistas gráficas y colecciones ilustradas de novela y la difusión de sus obras en los Salones de Humoristas. Ramón mantuvo una estrecha relación con muchos de  los dibujantes más destacados del momento, buscando asiduamente su colaboración. Y sin embargo, los vínculos de su escritura con el humor gráfico y la ilustración tal vez han pasado algo desapercibidos y no han sido lo suficientemente valorados.
 
Debería, en primer lugar, analizarse la posible influencia en la greguería de la moderna caricatura de síntesis cuya primera figura en España fue Luis Bagaría, muy admirado por el escritor.  Conceptos como selección, supresión de lo accesorio, resumen, sugerencia, definen un tipo  de caricatura que  el propio Bagaría plantea como una auténtica búsqueda de  “la fisonomía interior de las cosas”.
Y por qúe no, también pudiera  llamarnos la atención la confluencia del ramonismo con otro de los géneros del humorismo moderno,  el arte de la muñequería. Arte hoy olvidado pero  muy difundido en estas décadas en los Salones de Humoristas. 
 
Precisamente en 1919 Cansinos Assens ponderaba   los rasgos plásticos del arte literario del autor de El circo comparándolos con la factura de los muñecos de trapo de Salvador Bartolozzi, máximo representante de este arte fugaz. Intimo de Ramón desde su juventud, Bartolozzi diseñaba en trapo tipos madrileños, apaches, payasos, figuras de niños,  con un estilo muy ingenuo, muy expresivo; juguetes con alma, que como recuerda Cansinos, “presidían la mesa en las veladas pontificales de Pombo”.
También habría que precisar cúal fue el impacto real del ramonismo en los humoristas gráficos del periodo;  patente en la generación de los formados en Pombo, como Tono, Francisco López Rubio o Mihura. Pero también en la evolución de  otros artistas. Es el caso de Ricardo García, K-hito, otro de los genios de la caricatura española,  quien pese a sus escasos vínculos personales con el escritor, muestra claramente su influencia en la fantástica serie de Garabatos Kahitescos publicados en los años veinte.
 
Y por último, está todavía pendiente un estudio en detalle de la imagen gráfica de las publicaciones de Gómez de la Serna, de las cubiertas de sus libros y de sus colaboraciones en prensa durante más de cincuenta años de trayectoria literaria. Y obviamente de la interpretación posterior de su escritura por parte de distintos artistas, fotógrafos, pintores e ilustradores  hasta la actualidad. 
 
Y al menos hasta los años treinta esa Imagen evolucionó desde las interpretaciones más cercanas al simbolismo pictórico de las cubiertas de Julio Antonio, Bartolozzi o Romero Calvet, pasando por el arte humorístico de Bagaría, Apa o Bon, hasta el art- déco más influido por la vanguardia de los dibujos de Beberide, Climent o Almada. En todo caso queda patente la voluntad de Ramón de singularizar la imagen de sus  publicaciones,  y para ello rodearse de las mejores firmas de su tiempo.
Sin embargo,  Ramón no encontró  una pluma adecuada para ilustrar la greguería, el ramonismo. En  Automoribundia alude a  la dificultad de conseguir que los dibujantes  “accedan a representar lo que queríamos que representasen”; y en el prólogo de Ramonismo reniega del “amaneramiento del dibujo” de la “monotonía abrumadora de la insistencia.” Esta insatisfacción le lleva a asumir personalmente el sello gráfico de lo más característico de su obra  e ilustrar él mismo muchos de sus textos. Y alrededor de los años 20 sus monos aparecen de forma continuada en revistas como Buen Humor, Blanco y Negro y Ondas . También en libros como Variaciones, Gollerías o Ramonismo  en cuyo prólogo de los define de forma muy clarificadora como dibujos surgidos de "la pluma del escritor" … recogiendo el grafito de cada cosa”.
 
Benjamín Jarnés denomina estos dibujos como "greguería gráfica" y cifra su valor en su sugerente ingenuidad: “donde el espíritu lo es todo y la técnica —¡la terrible técnica! — es casi nada.”  Por su parte, Tomás Borras observaba:
… en sus travesuras pombianas, en sus excursiones a los adentros del mundo, añadía, con cierta fisga de chicuelo, (…) el zigzag de un dibujito. Son diminutas caricaturas, de lo que ha agotado, estrujándolo, para sacar todos sus zumos, el ¿Ve ustedes? con que remacha su antología de las amadas innumerables cosas.
Infantilismo, ingenuidad que nos remiten al arte del propio Bagaría o  de Rafael Barradas.
 
Otro de los rasgos más singulares de estos dibujos es el feísmo, el intencionado descuido; la voluntad de dibujar mal de la que se muestra orgulloso en los prólogos de Variaciones o Ramonismo, Un aspecto que los vincula tal vez a un gusto por los géneros más populares o ínfimos de la ilustración, que como los objetos del rastro pudieron atraer su atención.  Por ejemplo, el dibujo publicitario más humilde, el  de los anuncios que ocupaban las últimas páginas de las revistas; monos  a menudo grotescos, pero que poseían sin embargo una rara eficacia a la hora de llamar la atención desde un mínimo espacio del papel impreso. 

 
Y por qué no, de las ilustraciones de muestrarios comerciales, o las de los almanaques o de las enciclopedia populares –como  la Bailly-Baillere-; cuyos dibujos concisos auxiliarian la infatigable labor de inventario de todas las cosas del universo de Ramón. 
 
 
En suma, frente a la ilustración más cuidada que le ofrecen los dibujantes de su tiempo, Ramón establece a su manera un canon de ilustración del ramonismo y la greguería. Esta forma de apunte caricaturesco, de desdibujo aparente, ingenuo y expresivo. Una forma de caricatura sintética siempre supeditada al texto al que acompaña, como una apostilla al ingenio del escritor.
Dando un gran salto en el tiempo, puede observarse que los dibujantes actuales se ajustan en distinta medida a este canon, ilustrando la greguería desde estéticas muy variadas. Sin embargo, hay que apreciar en todos ellos  la voluntad de recuperar a un autor no tan difundido como debiera y de reivindicar la modernidad de un género tan lleno de sugerencias plásticas como  es la greguería.   
 
Tal vez la obra de referencia  en este sentido son las 100 greguerías ilustradas de César Fernández Arias, editada por Mediavaca, donde da una versión muy ajustada del género, con un trazo estilizado y limpio y sin embargo no lejano del infantilismo del mono ramoniano. Sin ser exhaustivos destacaré también  la labor  en la misma editorial de un maestro del humor gráfico como Alfredo en Seis barbas de Besugo. O la interpretación de un gran dibujante como Sergio Mora, ya presente en las Greguerías ilustradas publicadas por el Monografico.net,  que utiliza la estética del tatuaje en una reciente serie de estupendas láminas

Finalmente en la línea de la poesía visual de Brossa o del diseño de Peret no puedo dejar de citar  los libros excelentes de  fotografías de Chema Madoz o  el recentísimo de Pablo Amargo, Flor de todo lo que queda.



Brevemente aludiré a  mi experiencia como ilustrador de greguerías en dos libros, en los que pesa sobre todo la forma en la que llegué a la obra Ramón.  Y es que antes que como lector –y lector además tardío-  fue como investigador de las ilustraciones que acompañaban sus textos. Ilustraciones de los Almada, Climent, Romero Calvet, etc, que son quienes, al menos como pretensión algo ingenua, inspiran mis dibujos.   El objetivo del primero, Bestiario de greguerías, era el de acercar el género al lector infantil con una visita a su particular zoológico, tan lleno de imaginación y sugerencias poéticas. 
 
El más reciente, Ninfas y calaveras es un proyecto más personal, un homenaje al Ramón más trascendente y reflexivo, por medio de un puzle montado con diversas greguerías y fragmentos de su libro Los muertos y las muertas. Frente al ramonismo gráfico más ortodoxo,  las ilustraciones más tradicionales de estos libros son como un intento de puesta en escena de las greguerías, una forma de teatralización humorística que me permite insistir en detalles y homenajes al autor y su entorno.
 
Terminaré con una breve mención a la utilidad de los talleres de ilustración como un instrumento óptimo para divulgar la obra de Ramón entre los lectores infantiles, de acercarles a la greguería de un modo sencillo e intuitivo. He tenido ocasión de impartír  personalmente varios de estos talleres de ilustración de greguerías  y de reunir cientos de dibujos en los que los chicos sorprenden en ocasiones por su capacidad de síntesis; por  la percepción inusual de lo humorístico, que supera en algún caso a la ilustración más sofisticada. Pero que sobre todo estos talleres me demostraron de un modo inequívoco la vigencia real de la greguería de Ramón, como género vivo, absolutamente moderno, y la emoción del lector cuando lo descubre por primera vez.

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