Salvador Bartolozzi. La profesión de dibujante (1)
Salvador Bartolozzi en distintos textos periodísticos expresa su posición respecto a la profesión de dibujante.
Sus opiniones basculan entre la expresión de un tono de queja e insatisfacción, sintomático de cierta íntima contradicción, y la paulatina toma de conciencia de la especificidad de la profesión frente a otras tareas artísticas. Ambos matices aparecen en la entrevista incluida en la serie de entrevistas a dibujantes que Fernando de la Milla publicó en La Esfera en 1927. Bartolozzi expresa francamente a su interlocutor la falta de conformidad con su propio trabajo, motivada por las limitaciones del ambiente artístico madrileño y la falta de revistas especializadas, pero también por un profundo sentido de autoexigencia:
El tono general de la entrevista, aderezado por la peculiar técnica periodística del entrevistador y la característica ironía del entrevistado, refleja una marcada frustración que contrasta con el optimismo de posteriores declaraciones acerca de su teatro para niños, en el que parece hallar una total gratificación. No obstante, las últimas líneas del texto son muy reveladoras: cuando el dramaturgo-periodista se despide del dibujante, este le enseña ufano un permiso para conducir automóviles que acababa de recibir en aquel momento. Se constata así la contradicción entre los lamentos del artista y la evidencia de su desahogada situación económica; actitud ambigua, común entre los dibujantes y gran parte de la sociedad literaria del periodo, que refleja el difícil equilibrio entre la libertad creadora y las servidumbres del encargo ajeno, base de su sustento97.
Al margen de tales contradicciones, Bartolozzi coincide con sus colegas en la firme reivindicación del alto nivel artístico del dibujo español, pero asumiendo que la coincidencia de tantos artistas de calidad tenía mucho de azaroso —"Habrá que creer [...] que nos produjimos por generación espontánea"—; por ello, demanda la organización de una enseñanza adecuada que facilitase el camino de las futuras promociones:
Respecto al móvil económico, Antonio Espina describe el talante del dibujante como "despreocupado y generoso hasta la inconsciencia", lo que le convertía en "el tipo perfecto de víctima para el vampirismo editorial"98. Si ello podía ser cierto, no obstante, no parece Bartolozzi ajeno a la afirmación del valor artístico de su propio trabajo o el de sus colegas, visto su apoyo decidido al naciente movimiento asociativo: desde la constitución de la Asociación de Dibujantes Españoles, Bartolozzi forma parte de la junta directiva y participa después con regularidad en las actividades benéficas y exposiciones organizadas por la U.D.E. Así, en el ciclo de conferencias dictadas con motivo del X Salón de Humoristas de 1921, el dibujante hacía referencia a la escasa remuneración del dibujante español y a la injusta consideración de que era objeto su trabajo desde la crítica artística. José Francés, en El año artístico 1921, glosa y matiza las alusiones del dibujante:
Uno de nuestros jóvenes maestros, de los que más firme prestigio tienen en el arte de la ilustración editorial, miembro de la Junta directiva de la Asociación de Dibujantes y uno de los más valiosos elementos del Salón de Humoristas español, Salvador Bartolozzi, en fin, ha visitado en París el Salon des Humoristes. Y nos envía el catálogo con una carta de la cual son los siguientes curiosos párrafos:
Tal vez esta sintonía puede atribuirse a un sentido corporativista, o la vieja relación de amistad que unía a artista y crítico, pero revela también el alto concepto que Bartolozzi, perfectamente informado de la evolución de la profesión en Europa merced a sus periódicos viajes, podía ratificar a propósito de la calidad de los dibujantes nacionales.
notas
Sus opiniones basculan entre la expresión de un tono de queja e insatisfacción, sintomático de cierta íntima contradicción, y la paulatina toma de conciencia de la especificidad de la profesión frente a otras tareas artísticas. Ambos matices aparecen en la entrevista incluida en la serie de entrevistas a dibujantes que Fernando de la Milla publicó en La Esfera en 1927. Bartolozzi expresa francamente a su interlocutor la falta de conformidad con su propio trabajo, motivada por las limitaciones del ambiente artístico madrileño y la falta de revistas especializadas, pero también por un profundo sentido de autoexigencia:
¡Oh, el dolor de la autotraición artística! Lo que generalmente se conoce de Bartolozzi no es lo que Bartolozzi quisiera dibujar ¡Oh, si tuviéramos una revista de vanguardia! Se podrían hacer tantas cosas... ¡Pero tantas cosas! Y de no ser por LA ESFERA, ¿qué páginas habrían recogido las relativas audacias de esta generación? [...] "¿Ha realizado usted el tipo de dibujante que soñó ser?" La respuesta es instantánea. y de una reiteración casi conmovedora ¡No! ¡No! ¡No! ¿No acaba de decirme que no dibuja para los demás como para sí mismo? Sí, él estiliza, estiliza.. pero, a pesar de todo, a pesar del proceso de alquitaramiento, las imágenes reales quedan muy en bruto. Y él puede refinar más, mucho más. [...] "La revisión de mis trabajos me causa siempre, siempre, una profunda tristeza".
El tono general de la entrevista, aderezado por la peculiar técnica periodística del entrevistador y la característica ironía del entrevistado, refleja una marcada frustración que contrasta con el optimismo de posteriores declaraciones acerca de su teatro para niños, en el que parece hallar una total gratificación. No obstante, las últimas líneas del texto son muy reveladoras: cuando el dramaturgo-periodista se despide del dibujante, este le enseña ufano un permiso para conducir automóviles que acababa de recibir en aquel momento. Se constata así la contradicción entre los lamentos del artista y la evidencia de su desahogada situación económica; actitud ambigua, común entre los dibujantes y gran parte de la sociedad literaria del periodo, que refleja el difícil equilibrio entre la libertad creadora y las servidumbres del encargo ajeno, base de su sustento97.
Al margen de tales contradicciones, Bartolozzi coincide con sus colegas en la firme reivindicación del alto nivel artístico del dibujo español, pero asumiendo que la coincidencia de tantos artistas de calidad tenía mucho de azaroso —"Habrá que creer [...] que nos produjimos por generación espontánea"—; por ello, demanda la organización de una enseñanza adecuada que facilitase el camino de las futuras promociones:
Faltan en Madrid academias particulares de dibujo orientadas en un sentido moderno. En París, en Berlín, se reúnen dos, tres dibujantes, y establecen una academia. Aquí no existen más que las oficiales, cuyas enseñanzas el verdadero artista debe olvidar lo antes posible. ¡Y conste que las academias oficiales en todas partes ofrecen el mismo grado de lamentabilidad! ¡Oh el tiempo perdido descubriendo Mediterráneos! Muchos procesos de estilización nos los debieran enseñar en las academias. Es un tiempo precioso que nos hacen gastar inútilmente, estúpidamente.
Respecto al móvil económico, Antonio Espina describe el talante del dibujante como "despreocupado y generoso hasta la inconsciencia", lo que le convertía en "el tipo perfecto de víctima para el vampirismo editorial"98. Si ello podía ser cierto, no obstante, no parece Bartolozzi ajeno a la afirmación del valor artístico de su propio trabajo o el de sus colegas, visto su apoyo decidido al naciente movimiento asociativo: desde la constitución de la Asociación de Dibujantes Españoles, Bartolozzi forma parte de la junta directiva y participa después con regularidad en las actividades benéficas y exposiciones organizadas por la U.D.E. Así, en el ciclo de conferencias dictadas con motivo del X Salón de Humoristas de 1921, el dibujante hacía referencia a la escasa remuneración del dibujante español y a la injusta consideración de que era objeto su trabajo desde la crítica artística. José Francés, en El año artístico 1921, glosa y matiza las alusiones del dibujante:
[...] este gran humorista de la tragedia cotidiana es uno de los que más excitó vuestra risa al hablaros. Porque su conferencia tenia ese desenfado de pícaro y esa sutilísima ironía de artista que preside toda creación de Salvador Bartolozzi.
De esa conferencia que revelaba la situación equívoca del dibujante español en España, se deducían dos hechos capitales; el esfuerzo tenso de los dibujantes por vivir de su arte y el esfuerzo ineficaz de ciertos críticos por evitarlo.
Salvador Bartolozzi ha exagerado un poco, a sabiendas, la situación del dibujante español. Acostumbrados a la sátira mordante, a la implacable saña, ha dicho algo que no es exacto.
Ribas tendrá automóvil, Marín ostentara un gabán suntuoso de nuevo rico, que tuviera buen gusto; pero los demás artistas no se mueren de hambre ni ven a sus hijos con los zapatos rotos. Ahí tenéis a Ochoa, que hace y cobra retratos por miles de pesetas. Ahí tenéis a Bartolozzi que no siempre se vuelve a su casa con el cartel bajo el brazo, porque no siempre se declara desierto el concurso y casi siempre obtiene el primer premio
[...].Por descontado, coincide Francés en la defensa por parte de Bartolozzi de la dignidad artística de la labor de los dibujantes españoles frente al menosprecio de cierta crítica:
Los reparos a la critica ya son más justos.
Los artistas sonreían antes desdeñosos y compasivos frente a sus tópicos. Pero ha llegado el momento de que no se limiten a sonreír, de que se cansen de oírse acusar de plagiarios, de torpes, de zafios y hasta de que les nieguen la existencia.
Nada mas lejos de nuestro ánimo que la patriotería vocinglera y rimbombante de ciertos viejos cucos o tales jovenzuelos de alma doméstica y alquilona. Pero tampoco podemos sumarnos a las capillitas edificadas por el despecho, o a los separatismos incubados por la pedantería del provinciano consentido en la corte99.
Otro texto, incluido por Francés en El Año Artístico 1920, pone de manifiesto la sintonía entre el dibujante y los argumentos del crítico y novelista; se trata de una carta que Bartolozzi le remite desde París, en la que refleja su visita al Salón de Humoristas de 1920 organizado por las dos sociedades, Dessinateurs Humoristes y Artistes Humoristes, en la galería de La Boétie:
Uno de nuestros jóvenes maestros, de los que más firme prestigio tienen en el arte de la ilustración editorial, miembro de la Junta directiva de la Asociación de Dibujantes y uno de los más valiosos elementos del Salón de Humoristas español, Salvador Bartolozzi, en fin, ha visitado en París el Salon des Humoristes. Y nos envía el catálogo con una carta de la cual son los siguientes curiosos párrafos:
"Tuve la curiosidad de marcar todos los dibujos que no "eran humoristas" según la opinión de nuestros críticos de por aquí; son los que en el catálogo van señalados con una cruz.
Como puede usted ver, ¡hay una cantidad respetable!
Todos estos dibujos marcados son cosas decorativas, croquis del natural, dibujos de carácter, etc; pero lo que se dice humorista (siempre según la mencionada opinión) hay muy pocos; en proporción, MUCHOS MENOS QUE EN NUESTROS SALONES "sin humor".
Efectivamente. Repasamos el catálogo y en él hallamos los nombres de muchos dibujantes serios, de bastantes pintores y de simples artistas decorativos. Contamos las cruces de las obras no humorísticas y suman seiscientas una obras. Si recordamos que el número total de envíos es el de novecientas cincuenta y siete nos encontramos con una mayoría de dibujos "no humorísticos" aterradores y capaz de producir un cólico nefrítico a ciertos críticos españoles"
[...] Pero hay más todavía: "En cuanto a la calidad artística —continúa Bartolozzi (¡adiós! ¡Se nos escapó el nombre!)— de todo ello, salvo dos o tres excepciones ¡y nada extraordinarias!, es de una vulgaridad y un amaneramiento que asusta. Imparcialmente, y prescindiendo de mí, por lo que podría engañarme mi vanidad, aseguro a usted que un Penagos, un Ribas, un K-Hito, un Bujados, un Zamora y bastantes más destacarían ventajosamente entre todos estos dibujantes que han tenido la suerte de hacerse en un país donde todo esfuerzo se toma en serio y se considera como es debido".
[...] Pero hay más todavía: "En cuanto a la calidad artística —continúa Bartolozzi (¡adiós! ¡Se nos escapó el nombre!)— de todo ello, salvo dos o tres excepciones ¡y nada extraordinarias!, es de una vulgaridad y un amaneramiento que asusta. Imparcialmente, y prescindiendo de mí, por lo que podría engañarme mi vanidad, aseguro a usted que un Penagos, un Ribas, un K-Hito, un Bujados, un Zamora y bastantes más destacarían ventajosamente entre todos estos dibujantes que han tenido la suerte de hacerse en un país donde todo esfuerzo se toma en serio y se considera como es debido".
Nada tan exacto como el juicio del gran artista español. Basta comparar el catálogo francés del actual Salon des Humoristes con el del VI Salón de Humoristas. Aquel mediocre, de una ramplonería tipográfica propia de una capital de provincia de tercer orden, con seis o siete dibujos que ninguno de nuestros artistas quisiera firmar, y este otro lujoso, con la portada a todo color, con más de cincuenta ilustraciones y con una historia de los Salones de Humoristas, donde precisamente se repite por centésima vez lo que ahora ratifica Salvador Bartolozzi: que nuestros modestos Salones contienen la misma clase de obras que los de París, sin que nadie proteste en Francia del título de las Exposiciones, que nuestros dibujantes son tan interesantes o más que los extranjeros; y que el día, ya próximo, de la competencia, se verá hasta qué punto los españoles son admirables y admirados por la crítica extranjera con más conocimiento, más generosidad que por algunos pseudo críticos de España [...]100
Tal vez esta sintonía puede atribuirse a un sentido corporativista, o la vieja relación de amistad que unía a artista y crítico, pero revela también el alto concepto que Bartolozzi, perfectamente informado de la evolución de la profesión en Europa merced a sus periódicos viajes, podía ratificar a propósito de la calidad de los dibujantes nacionales.
notas
97 Fernando de la Milla, "Nuestros dibujantes. Salvador Bartolozzi", La Esfera, 705 (9-VII-1927), pp. 14-15. A propósito de la entrevista, puede ser revelador de la profunda autoexigencia del dibujante el hecho de que no realizase exposiciones individuales ni concurriera apenas a certámenes oficiales en Madrid; Manuel Abril comenta al respecto:"No obstante, a pesar de su historia, sigue trabajando, sin presentarse en las Exposiciones, por creerse imperfecto y no estimarse jamás lo suficientemente completo para ostentar la obra definitiva" ("Artistas españoles. Salvador Bartolozzi", art. cit., p. 89). En contraste, María del Mar Lozano recoge el testimonio de Pitti Bartolozzi que dice mucho del dandysmo y la sofisticada imagen que Bartolozzi paseaba por Madrid: "Tuvo un capricho extravagante, se compró un automóvil, pero no uno normal, sino nada menos que un Bugatti, de dos plazas descapotable que era conducido por un chauffeur pequeñajo y raro, que lo llevaba por Madrid." ("La colección de dibujos de Salvador Bartolozzi en el Museo Municipal de Madrid" en Madrid en el contexto de lo Hispánico en la época de los descubrimientos, Madrid, Universidad Complutense, 1984, p. 527).
98 Antonio Espina, "Bartolozzi", prólogo a Salvador Bartolozzi. Monografía de su obra, Méjico, Editorial Unión, 1951, p. VI.
99 José Francés, El año artístico 1921 , op. cit., pp. 56-57.
100 "A propósito del salón de humoristas franceses" en El Año Artístico 1920, op. cit., pp. 141-143.
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