La esculturas de trapo de Salvador Bartolozzi
Una de las facetas más sugestivas y originales del arte de Salvador Bartolozzi son sus muñecos de trapo, las "esculturas caricaturescas" que dio a conocer al público de la época en los Salones de Humoristas.
El arte de la muñequería caricaturesca —casi olvidado hoy en España y mínimamente considerado por la Historia del Arte— había sido introducido ya por Filiberto Montagud en los Salones de la Sala Iturrioz; allí presentó Montagud sus muñecos recortados en madera, siguiendo el ejemplo de artistas franceses como Caran d'Ache, Roubille o Sem, y que luego imitarían humoristas españoles como Bagaría o Galván331. Sin embargo corresponde a Salvador Bartolozzi elevar el género a categoría de arte original y exquisito, superando la consideración decorativa de la mayoría de muñecos y bibelots, meros objetos ornamentales o juguetes, que proliferaron como renacida moda en la Europa del primer tercio del siglo XX.
Tal vez como reacción a la formación clásica en el arte de la escultura inculcada por don Lucas a sus hijos y al oscuro trabajo de ambos en el taller de vaciado de la Escuela de Bellas Artes, Benito y Salvador Bartolozzi mostraron pronto su afición por esta forma particular y liviana de la escultura, antítesis del concepto académico que durante largos años les impuso la obligación cotidiana332. Mientras Benito utiliza habitualmente el barro para sus figuras y se inclina preferentemente por los temas populares madrileños, Salvador escoge materiales mucho más humildes con los que consigue una sorprendente expresividad en los diversos asuntos que aborda.
María del Mar Lozano, que destaca la colaboración de la esposa del artista, Angustias, detalla el minucioso proceso de confección de las figuras:
[...] primero las caras se hacían sacando el molde de escayola, luego colocando una gamuza y con papel de estraza y engrudo retiraba el rostro ya conseguido; entonces venía el dibujarlo con un pincel finísimo dando el gesto; a continuación colocarle el pelo auténtico o de lana, y por último, pasado a manos de su mujer, era vestido333.
Los hermanos Bartolozzi presentaron ya sus muñecos en las exposiciones de la Sala Iturrioz, pero fue a partir del tercer lustro del siglo cuando las figuras de Salvador comenzaron a destacarse y a lograr el reconocimiento de público y crítica. En el Salón de 1915 expone una graciosa escena infantil muy habitual en sus ilustraciones: la figura de un niño modoso y vestido de domingo rodeado de sus juguetes, un caballito de cartón y un pequeño muñeco de grosera factura que sostiene con su mano334. Muy expresivo, con una rara mezcla de humor y cierto toque patético, el Payaso expuesto en el Salón de 1917 suscita el elogio de Antonio de Hoyos, que lo considera "prodigioso de gracia, de ingenio, de verdad, un muñeco digno de la vitrina de un museo de figuras", o de Manuel Abril, quien comenta:
En esto como en lo demás, el nombre de Bartolozzi destaca sobre todos; su muñeco de trapo es intenso, está bien trabajado y da muestra granada de un humorismo observador sin candideces, ni latiguillos ni rebuscamientos335.
Este Payaso, así como el expresivo clown, Toby, expuesto en el certamen siguiente, remiten a las figuras de la portada de El Circo de Ramón336. En estas figuras así como en el resto, Bartolozzi participa de un humorismo análogo al de Ramón, y del mismo modo que éste ofrece greguerías al lector de sus libros "como caramelos que añade el tendero al pedido", Bartolozzi busca la amistad del público con estos bibelots, "chucherías" que transcienden lo meramente trivial337.
El mayor éxito de los muñecos tiene lugar en el Salón de 1919, donde el artista concurre con cuatro grupos de figuras: En el retiro, Romántica, Gaonilla y Del pueblo. Como constata Francés: "representan el éxito rotundo, absoluto, de la exposición"338; y, por una vez, la crítica coincide plenamente con el juicio del organizador. Así, Perdreau, en La Acción, apunta:
Lo más notable de este Certamen son unos "monos" de trapo, ejecutados por Salvador Bartolozzi, que es un maestrazo en el género. Es la única nota verdaderamente humorística del presente concurso.
Antonio de Hoyos, en El Día :
Bartolozzi es el único que sabe ser humorista de verdad, con una suave y estética ironía.
Ballesteros de Martos, en La Mañana:
Sin disputa, el éxito pleno y rotundo de esta Exposición corresponde a los muñecos caricaturescos de los cuales se destacan los que presenta Salvador Bartolozzi, Romántica, Gaonilla, En el Retiro y Del pueblo. Son muñecos que tienen la sal por arrobas.
y Abel Amado, en Cosmópolis:
[...] los muñecos de Bartolozzi [...] se apartan del "vulgo" de muñecos expuestos, con notable ventaja. Ellos tienen un aliento de vida digno de la mayor alabanza y valen por todos los trapos, yesos y tarugos sin espíritu, mejor o peor confeccionados, que alegran este salón339.
También en esta ocasión el artista recrea personajes y asuntos habituales en sus dibujos e ilustraciones: el chulo con trazas de apache, los pueblerinos recién llegados a la capital, la muñeca con atuendo decimonónico o el aya que pasea al pequeño por los jardines del Retiro. Temas que para el cronista de El Imparcial, Ángel Vegue y Goldoni denotan la perfecta asimilación al espíritu nacional de un arte en principio tomado de la tradición europea:
Los muñecos, en su mayoría lo más humorístico del Salón a que nos referimos, son felices acomodaciones que, devueltas a los climas de que proceden, ofreceríanse con caracteres distintos de los nativos ¿Qué hay de alemán o francés en los muñecos de Bartolozzi? Hay un sentido español del juguete: su "Gaonilla", más que "apache parisién", es un castizo inconfundible. En los dos palurdos "Del pueblo" el concepto no puede ser más castellano. Versiones, pues, que condensa el genuino espíritu con formas de depurada belleza y que asignan a Salvador Bartolozzi un lugar principal entre los más profundos intérpretes del vivir contemporáneo340.
Los muñecos de Bartolozzi también destacaron en la Exposición libre de Bellos Oficios, celebrada en mayo de 1919 en el salón del Círculo de Bellas Artes, organizada por Ballesteros de Martos y los hermanos Gutiérrez Larraya. Respecto a estos envíos, Francés pondera su capacidad de evitar el decorativismo en el iban ya cayendo algunos de los cultivadores del género:
En muñequería se destacaba Salvador Bartolozzi. Es siempre el maestro en el género. Su "Tío Roque" y "La Manuelona" están, como todos sus muñecos anteriores, modelados con gran sentimiento y vestidos con una realista propiedad. No hay nunca en Bartolozzi esa fácil adulación comercial que achabacana a otros muñequistas. Jamás desciende del estudio del artista al escaparate de la tienda. 341
Por fin, este año de 1919, que marca el reconocimiento de los muñecos de Bartolozzi, culmina con el premio que la casa Floralia concede al dibujante en su concurso de muñecas artísticas342. En su resumen de El año artístico Francés se hace eco de esta sucesión de triunfos y precisa la distancia que separaba las creaciones de Bartolozzi de las del resto de seguidores, entre los que se encontraban ya dibujantes tan populares como K-Hito, Castillo o Galván:
[...] debemos recordar los envíos del V Salón de Humoristas, del Salón de Bellos Oficios y del concurso de la casa Floralia. En aquellas tres exposiciones había muy diversas muestras de muñecos confeccionados con arreglo al moderno concepto caricaturesco. En las tres Exposiciones figuró Salvador Bartolozzi, que hasta ahora es el primero de cuantos artistas se dedican a la muñequería. Los muñecos de Bartolozzi, superan a los demás por como están modelados y sentidos. Prescinden de las deformaciones grotescas, de los fáciles éxitos a los ojos infantiles para solicitar, en cambio, aquella mas perdurable estimación de los artistas y de los inteligentes. Son anécdotas de humanidad, episodios humanos de seres actuales que codeamos en nuestro transito por la vida. No hacen reír, no buscan los resortes jocundos. Salen a nuestro encuentro como algo sugeridor y evocador. Ratifican la exactitud y escrupulosidad y minucioso cuidado en la calidad de las indumentarias, el carácter de los tipos elegidos, campesinos de rústica traza, niños melancólicos y pálidos, damiselas gráciles, payasos de una mueca trágica343.
Éxito renovado en el Salón de Humoristas de 1920 donde expone siete nuevos muñecos, retomando otra vez los asuntos ya conocidos: el clown, los tipos de pueblo o las figuras del mundo marginal madrileño y parisino, como El apache y su compañera344. Las crónicas reflejan en conjunto el aplauso general al artista: Arturo Mori en El País: "Admiramos a Bartolozzi, el formidable dibujante y pergeñador de muñecos deliciosos, nuevo aspecto del humorismo artístico [...]"; Correa Calderón en Hoy: "Los muñecos de trapo de Salvador Bartolozzi son inimitables. Logra poner en ellos toda la gran expresión de la realidad. No le falta ningún detalle, aún el mas insignificante. Bartolozzi es un curioso observador"; Enrique Vaquer, en La Época: "Los Bartolozzi [...] presentan una variada colección de monigotillos que son verdaderas obras de arte, por su expresión carácter y propiedad en los detalles"; Blanco Coris, en Heraldo de Madrid: "Vuelven a interrumpir los muñecos... ¡Ah son los de Bartolozzi! Un tipo americano de clown, una pareja de chulos que nos recuerda las coplas madrileñas de Casero, y una vieja y una niña pueblerina, deliciosas y estupendas"; Perdreau, en La Acción: "El gran Bartolozzi con sus estupendos muñecos de trapo; por cierto que le han salido algunos discípulos, y que vienen pegando como decimos vulgarmente".
Sólo Gil Fillol en La Tribuna advierte el peligro de industrializar la nueva moda que pudiera afectar al propio Bartolozzi:
Los muñecos de Salvador Bartolozzi; todos ellos de una graciosa silueta caricaturesca, son como el patrón de esta tendencia, llamada a prosperar si se le sigue prestando escrupulosa atención en esta clase de concursos artísticos; pero un tanto peligrosa si por el contrario, industrializa demasiado. Acaso de ese defecto adolecen ya algunas de las esculturas expuestas por el mismo Bartolozzi"345.
Con más detenimiento que los anteriores, Francisco Alcántara recuerda en su crónica de El Sol, la larga tradición en la fabricación de muñecos en España, entonces olvidada y de la que apenas quedaban más vestigios que la colección de la sección americana del Museo Arqueológico. Alcántara deplora el abandono de este género de la escultura y aplaude la recuperación que, si bien inspirados en el arte europeo, habían propiciado Salvador y Benito Bartolozzi:
[...] las instituciones docentes son totalmente incapaces de acalorar las técnicas artísticas que tantos gloriosos cultivadores nos dieron en otro tiempo. A espaldas de esas clases directoras ha nacido y vive un arte juvenil, en este caso representado por los hermanos Bartolozzi, autores de los muñecos de expresión y de carácter que figuran en este concurso [...] Nada tan falto de carácter, tan sin espíritu, tan afectado y embustero como nuestra escultura moderna en general ¿De dónde sale, pues, este venero tan puro y bullente de la muñequería que hemos visto surgir y en cuyas avanzadas figuran los muñecos de los hermanos Bartolozzi? Frente a la falta de instintos entre los que representan la España claudicante, surgen los que de nuevo vienen a la vida ricos de esos instintos y surgen con todo el ímpetu de la vida vulgar española, con el ardor y la acidez de su espíritu. La pareja de muñecos núm. 37 del catalogo, de Salvador Bartolozzi, es un prodigio de insolente brutalidad, de acritud juvenil, de sentimentalidad fiera y vehemente, de todo eso tan remotamente ibérico y a la vez tan actual, que se personifica tantas veces en la pareja del pueblo bajo madrileño, donde parece que misteriosos rasgos de razas antiguas se espiritualizan y se exaltan hasta constituir los más eficaces despertadores de la inspiración artística [...] Salvador Bartolozzi conoce los modelos que estas gentes imitan; ha residido en París y ha obtenido allí triunfos como ilustrador y dibujante. En España, aquí, en Madrid, se siente atraído por los tipos del pueblo bajo; excepto uno de los muñecos que expone, los otros seis son de la chulería, y el carácter que les imprime es enorme, en todos los casos dignificado por esa exquisita espiritualidad elegantísima, que es el gran atractivo de sus carteles y de sus estampas346.
En certámenes posteriores, aunque ya de forma más intermitente, el dibujante sigue ofreciendo al público su labor como maestro muñequero, que obtuvo además el reconocimiento oficial: en 1924, la primera Exposición Nacional de Juguetes le concede el premio extraordinario por sus figuras Madre e Hijo347 y en 1925 los muñecos expuestos en la sección de "Juguetes" de la Exposición Internacional de Artes Decorativas de París obtienen la máxima recompensa, el Gran Premio, situando a Bartolozzi entre los primeros representantes del Art déco europeo348.
Al calor de este triunfo internacional, la revista Blanco y Negro dedica a Bartolozzi un reportaje, firmado por Luis de Galinsoga, en el que se pondera su capacidad, como artista muy de su tiempo, de aplicar su talento a materias cualesquiera y de llegar con ellas a la sensibilidad de toda clase de espectadores "sin darle solemnidad ni empaque de rito o de fiesta estética":
[...] donde Bartolozzi hace culminar el ardimiento de su cruzada en pro del arte es en su inspiradísima, genial potencia de escultor en trapo. Los muñecos que Bartolozzi plasma tienen atribuida una misión que no se contrae a servir de juguete para solaz de párvulos. Los muñecos de Bartolozzi se definen, en la iconografía de la ilusión, como seres cuyo espíritu fue infundido para sugerir, a quien les contemple, una emoción o una idea. Tienen espíritu, en efecto, estos trapos a quien la destreza escultórica de Bartolozzi da figura humana. No los labró el cincel ni los talló la gubia. Sencillamente los modelaron los dedos del peregrino escultor, destreza, habilidad, maña, se llama esta figura.
[...] Pero es que esos muñecos no están solamente modelados por una mano habilidosa, sino que están vivificados por el espíritu creador de un artista. Espíritu que les comunica ternura picardía, humorismo, una gracia ligera de humanidad que encarnó en los muñecos
[...] Estos muñecos son unos excelentes decoradores de la vida. Realizan, burla burlando, en el espectador —en el gran público al que se brinda—, una labor despertadora de la sensibilidad para el arte. Quien tenga embotada esa sensibilidad para la escultura de mármoles y bronces podrá iniciar su proceso, su cura de reactividad, familiarizándose con los espíritus hechos de trapo, con los trapos que tienen espíritu, de Bartolozzi. Muñecos en los cuales —para añadidura de su moral— ha querido poner el artista el pergeño, el atuendo, todo el aire y toda la filosofía del alma española, mirada a través de la lente irónica, al buen estilo literario de nuestros clásicos de la picaresca. Esto representan los muñecos de Bartolozzi. Vean amigos míos, cómo por las rutas más peregrinas e insospechables un artista puede llegar al corazón de una sociedad "que no tiene tiempo de ocuparse de arte"... Es la obra meritísima de Salvador Bartolozzi, gentil espíritu de modernidad, talento militante y fecundo, creador de muñecos que hacen pensar, escultor de almas...
[...] el "escultor en trapo" bien puede ser sugerido al público a la sensibilidad estética nacional, el plaudite cives clásico. Porque el arte de Bartolozzi, siendo arte acrisolado, es también arte popular que educa el gusto de las muchedumbres349.
En la parte gráfica, la revista incluye imágenes de nuevas figuras que ratifican la gracia y penetración psicológica alcanzada por Bartolozzi: el caminante de gesto melancólico, envuelto en una castiza capa y tocado por un sombrero de ala ancha; una niña de mirada soñadora, con ropas campesinas y sombrero de paja que sostiene en sus brazos una minúscula y tosca muñeca; o una graciosa pareja de paletos, la madre de gesto pasmado y rostro canino, en cuyas faldas se protege el hijo temeroso. Muñecos de excelente factura y expresividad; calidades que también adornan a la Viejecita —uno de los últimos muñecos de los que queda testimonio fotográfico— expuesta en el XIII Salón de Humoristas de 1930 350.
Como queda dicho, los muñecos de Bartolozzi entroncan con las formas más novedosas del humorismo de la época, desde las manifestaciones más originales de la caricatura de Bagaría o K-Hito hasta la greguería de Ramón Gómez de la Serna. Los críticos de la época percibieron en estas obras la síntesis de lo popular y culto, de modernidad y tradición, de sencillez y sofisticación; categorías que definían la mejor obra gráfica de Bartolozzi y que en este género de escultura supo aquilatar, traduciendo a las tres dimensiones asuntos y perspectivas ya habituales en su labor como dibujante.
Además, los muñecos —al igual que ocurría con su labor como cartelista— adelantan las nuevas vías de creación de Bartolozzi en la trayectoria teatral, no sólo en el campo más obvio de la confección de las figuras de su guiñol, sino también en el diseño de figurines y en la caracterización de actores, transformados en muñecos en obras como El Señor de Pigmalión, Farsa y licencia de la reina castiza o en sus funciones de teatro para niños; ese especial talento para dotar de espíritu propio a sus singulares criaturas de trapo se trasladará con fidelidad a los escenarios.
Notas
331 Silvio Lago, "Arte humorístico. Los muñecos de Montagud",
332 Benito Bartolozzi sucedió a su padre en
333 María del Mar Lozano Bartolozzi, "Salvador Bartolozzi", art. cit., p. 18.
334 Su fotografía puede verse en: "La exposición de Humoristas", Nuevo Mundo, 1144 (10-XII-1915).
335 Crónicas recogidas en El año artístico 1917, op. cit., pp. 31 y 26, respectivamente. Incluye una fotografía del muñeco, junto a otro de Benito Bartolozzi, "El señor Luterio" (p. 14).
336 Silvio Lago, "Una exposición interesante. Los humoristas",
337 Ramón Gómez de
338 "La actualidad artística. El salón de humoristas",
339 Las citas en, El año artístico 1919, op. cit., pp. 96, 105 y 110, y Abel Amado, "Salón de humoristas", Cosmópolis, (IV-1919), pp. 685-686.
340 En El año artístico 1919 , op. cit., p. 94.
341 Ibídem, p. 182.
342 Ibídem, p. 173.
343 "Derivaciones de la caricatura. Los muñecos de trapo" (Ibídem, pp. 214-216).
344 Véase la fotografía en: Silvio Lago, "La vida artística. El salón de Humoristas",
345 Citas recogidas en El año artístico 1920, op. cit., pp. 64-88
346 Ibídem, pp. 51-54.
347 Al respecto, José Francés señala la positiva influencia que para el juguete industrial español, habitualmente falto de carácter, suponía la labor que en los Salones de Humoristas exponían Bartolozzi y otros artistas como Martí Alonso, Hurtado, Zamora, Ramos Santamaría o Morán. El carácter humorístico y castizo de sus muñecos había alentado la renovación del juguete español en la dirección ya vigente en muchos paises europeos, donde se procuraba dotar de rasgos propios a sus juguetes ("La primera Exposición Nacional de Juguetes", El año artístico 1923-1924, op. cit., pp. 383-387). Amadeo de Castro, en "El industrialismo y las muñecas" (
348 Sobre la participación de Bartolozzi algunas referencias en: José Francés, "La sección española en
349 "Muñecos con espíritu. Las esculturas de trapo de Salvador Bartolozzi", Blanco y Negro, 1824 (2-V- 1926).
350 Puede verse la fotografía en: Fortunio, "Los humoristas celebran su Salón anual",
Fuente: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
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