Salvador Bartolozzi: notas para una biografía (6)
3. Primeros años de actividad profesional en Madrid (1907-1914).
Fuente Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
Con ironía y cierta amargura recordaba Bartolozzi su regreso a Madrid; llegó impulsado por la nostalgia y fue retenido por circunstancias favorables:
Pero ¿Y Madrid? ¿Madrid? ¡Tenía veinte años, Milla, tenía veinte años! Me dije: tres mesecitos sí que puedes pasarlos allí ¡Ay, todavía no se han terminado los tres mesecitos! Vine, me enamoré, me casé... Luego los hijos ¡Adiós París! Creo que artísticamente cometí un gran error ¿Sabe usted lo que más deploro? Que conmigo no se haya confirmado la leyenda de eso que llaman la lucha, los primeros pasos [...] Pero nada, presentaba mis dibujos, gustaban, me los aceptaban ¿Por qué lo deploro? Porque a la menor dificultad, me hubiera vuelto a París. Pero ya le digo, todo facilidades, todo sobre ruedas17.
En efecto, el noviazgo con la bella andaluza Angustias Sánchez y la facilidad de establecerse como profesional del dibujo determinaron la interrupción de aquella prometedora carrera en la capital artística de Europa. Durante algunos años, Salvador se reincorpora al ambiente familiar de los sótanos de la Academia de San Fernando, donde compagina su propia actividad profesional con la colaboración en las tareas de su padre y su hermano Benito en el taller de vaciado18.
Pero la aureola de su triunfo parisino le abre ahora muchas puertas y pronto comienza a frecuentar los ambientes artísticos y literarios de Madrid; así, ya en 1908 se integra en el "Teatro de Arte" de Alejandro Miquis, donde se inicia como escenógrafo. Se perfila como uno de los artistas más originales y renovadores del ambiente de la capital, aunque voluntariamente oscurecido en el anonimato.
Con cierta perplejidad recordaba su situación Ramón Gómez de la Serna en el inicio de su estrecha relación de amistad, en los tiempos en los que iba a buscarlo a los sótanos de San Fernando:
Su misma catacumba le daba un aspecto de ratón genial, entre los moldes de las momias del arte, como si aquellos tropeles corpulentos tuviesen en su revés el matiz de la poesía escultórica del pasado y algún modo de resurrección19. ... Allí estaba Salvador pintado de yeso como un payaso, haciendo de partero de las obras de arte antiguo, gestando Venus y Mercurios valiéndose de los buenos moldes que poseía la vieja Escuela de Arte. Los amigos recibían algunas de aquellas parturencias, y yo tuve bustos del Renacimiento y estatuas egipcias de tamaño natural y cuerpo perfecto. Pero aquella vida se veía que era provisional y que Salvador era un enmascarado que estaba viviendo otra vida que la suya propia. Aquella era una eventual vida de artesano que dormía hasta la siesta para soñar en otra cosa20.
También Manuel Abril constataba la paradójica existencia del dibujante, desconocido y oculto, en una sociedad escasamente abierta a las novedades artísticas:
Allá en un rincón, delante de una mesa, revisa unas pruebas de portadas y anota indicaciones pertinentes para su tirada en color. Es Salvador Bartolozzi, que después de andar por esas tierras, pasar hambres, ganar triunfos, tener glorias; con reproducciones y estudios de su obra en todos los periódicos de arte del mundo; con trabajos suyos en museos; con un renombre ensalzado y cotizado, viene a Madrid, donde la gente no se entera de lo que tiene, ni le importa; donde nadie se gasta un perro chico en cosas de arte; se enamora, se casa y deja olvidar su nombre por esos mundos, mientras aquí tiene por tercera vez en su vida que comenzar obscuramente a formarse una fama y un cartel productivo. 21
Pero Bartolozzi, tras su matrimonio y el nacimiento de sus hijos Francis, María y Rafael, se ocupaba más bien en alcanzar una sólida estabilidad económica que en procurarse aquella fama y cartel que, por otra parte, tampoco buscó nunca con especial afán. Merced a su trabajo en la editorial Calleja y a sus abundantes colaboraciones en revistas ilustradas y colecciones de novelas, pudo establecerse por su cuenta y ofrecer a su familia todo aquello de los que careció en su infancia: así lo atestiguan las sucesivas mudanzas de la casa familiar, primero de Castelló a la calle Alcalá y finalmente a Menéndez Pelayo, junto al Retiro; las vacaciones de verano en la sierra o en Gijón siguiendo el hábito de la burguesía madrileña; también, la esmerada educación de sus hijos, incluidas las clases de piano en un colegio para señoritas para Francis y María y su posterior ingreso en Instituto Escuela de la Institución Libre de Enseñanza, donde estudiaron los hijos de intelectuales artistas y escritores como Ortega, Eugenio D'Ors, Américo Castro, Salaverría o las hijas del dibujante Sancha, muy amigas de la familia22.
Bartolozzi compagina esta vida familiar con relaciones diversas. Se hace asiduo de diversos círculos literarios y artísticos de su tiempo, como la tertulia del café de Levante, y con Ramón Gómez de la Serna frecuenta el Café Universal, la tertulia de La Tribuna o los salones de Rafael Calleja en los que se gestará el grupo de Pombo. Al mismo tiempo frecuenta otros ambientes menos selectos y anónimas compañías como aquellos pintorescos compañeros de tertulia del Café Universal que recordaba Ramón:
Saludaba Salvador a unos contertulios con los que se reunía los días en que no iba yo, seres extraños aunque cotidianos, un arquitecto, una usurera, una cantante, un pelanas, un malabarista [...]23.
Durante este periodo Bartolozzi se va consolidando como figura destacada de la nueva ilustración gráfica española y parece haber alcanzado la estabilidad personal; sin embargo, a partir de 1914 el dibujante da un nuevo giro a su vida privada que coincide con el inicio de un renovado impulso creativo y la diversificación de su actividad artística.
Notas
17 Fernando de
18 Sobre el ambiente del taller y la labor de don Lucas y de Benito Bartolozzi, véase: Pablillos de Valladolid, "Los Bartolozzi", Por Esos Mundos, 237 (X-1914), pp. 441-447. El autor se refiere a Salvador como "nuestro gran amigo" y constata: [...] Salvador huyó pronto de los subterráneos de
19 Automoribundia, op. cit., p. 246.
20 Nuevos retratos contemporáneos y otros retratos, Madrid, Aguilar, 1990, pp. 726-727.
21 Art. cit. p. 85.
22 Sobre esta época pueden verse algunos recuerdos de su hija Pitti —que siguió los pasos de su padre y se convirtió en dibujante y pintora cotizada— recogidos en la biografía de Pedro Lozano: Francis Bartolozzi nació el 6 de septiembre de 1908, María al año siguiente y Pedro seis años más tarde. Francis recuerda además de la relación con la familia de Sancha, la amistad de su padre con Julio Romero de Torres, que fue profesor suyo en
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