Ramón Gómez de la Serna y Salvador Bartolozzi (7)
LA GRAN GUERRA. "EL BAILE DE LAS VIUDAS"
Aunque Bartolozzi y Ramón se mantuvieron relativamente al margen de la polémica que la Primera Guerra Mundial suscitó en España entre aliadófilos y germanófilos, en absoluto fueron ajenos a su impacto. Así, mientras el dibujante supo reflejar el horror de las víctimas en una serie de magníficas estampas publicadas en las revistas gráficas del periodo, el literato pareció acogerla en un primer momento con ingenuo optimismo, considerándola como "ensanchadora de panoramas" y ocasión para la renovación española, con un espíritu acorde con el tono de su "Primera Proclama de Pombo".
No obstante, esa impresión inicial chocará pronto con la constatación de la crueldad y violencia de una interminable carnicería, del "error y el horror de la guerra". En Automoribundia recuperaba Ramón los sentimientos y divagaciones que compartiera con Bartolozzi el primer día del conflicto:
El día de su declaración estábamos citados Salvador Bartolozzi y yo para llevar original y dibujos del esbozo de El Doctor Inverosímil a "La Novela de Bolsillo", y recuerdo que discutimos sus probabilidades de destrucción -que después resultaron exageradas- en la plataforma de un tranvía.
Al pasar frente al Banco de España notamos, sin embargo, al mirar su reloj y su fachada que aquel edificio hacía frente a los presentimientos, y eso nos dio ánimo. Era el primer retraso en el caminar de mi generación, la de destino más anormal, y que si triunfa del anonimato se debe a no sé qué milagro o a una persistencia bárbara a prueba de bomba. Una guerra mundial creíamos que iba a ser una cosa divertida, ensanchadora de panoramas, motivo para que un bien mayor venciese al mal oscuro y agresivo que se ocultaba en el bajo mundo, en las oscuras callejas de la Europa central.
-Lo malo será la peste- dijimos, sin saber bien lo que quería decir peste, dando ese nombre cambiado (con el pensamiento en la enfermedad clásica de los éxodos) a otra disolución de ideas, de ingenuidades augustas, del mismo amor de los hombres por las mujeres que es lo que iba a ser lo pestífero con todo el disimulo de los males interiores e invisibles.
Ahora que recuerdo con toda nitidez aquella hora sofocante pero optimista porque España no iba a entrar en la guerra [...] veo que no teníamos idea de lo que era una gran guerra, de cómo se paralizaban los motores del mundo, de cómo se mataba todo lo que se estaba experimentando hacía siglos en los laboratorios del alma.
Inconscientes, recién peinados, yendo a cobrar una cantidad de pesetas -que para más insignificancia nos pagaron en monedas de a peseta-, no supusimos el corte largo de trenes que iba a suponer aquella declaración de guerra de una tarde de verano.
Comenzamos a estar más solos que nunca los españoles y los jóvenes nos regodeamos en nuestra ingenuidad y profundizamos en ella como escarbando en la tierra que pisábamos con verdadero ensañamiento.
Si la fiera en otros lados, más allá de las fronteras, se dedicó a dar zarpazos a diestro y siniestro, nosotros nos dedicamos a sacar tierra de la tierra, a cavar a mano la fosa que nos correspondía, como si estuviesen en esa posibilidad de tumba todas las posibilidades de nuestro destino.
Tomamos los acontecimientos con sarcasmo y sin perder nuestro continente despejado y alegre. Estábamos medio bloqueados, pero nuestra personalidad no padecía por eso.47
La óptica más pesimista de Bartolozzi y la sensibilidad ante las víctimas, al margen de los bandos, que caracteriza sus dibujos sobre la guerra europea, es la que se impone también en una breve narración que Ramón dedica al asunto, titulada "El baile de las viudas" y publicada en enero de 1915 en la revista Por Esos Mundos. El escritor interpreta, sin abandonar su perspectiva pansexualista, la humillación de los vencidos, escenificada en un baile solemne en el que los ejércitos victoriosos someten a un simbólico ultraje a las viudas de los soldados rivales. El lenguaje de esta breve narración remite nuevamente al misticismo decadentista, identificando el baile con la imagen de martirio y profanación; por ello, resulta otra vez adecuada y ajustada al texto el recurso de Bartolozzi al referente pictórico prerrafaelista y simbolista en sus ilustraciones.48
El dibujo inicial presenta al grupo de las viudas con la apariencia de enlutadas vírgenes de un retablo de Burne-Jones, siguiendo libremente la sugestión de la descripción de Ramón: "están regias y miran profunda y brillantemente como las imágenes el día de su martirio y de su festividad, en que su culto y su iluminación son extraordinarios".
Las siguientes ilustraciones representan el rito de profanación, marcando el contraste entre la espiritualidad y belleza de las figuras femeninas y la imagen de los soldados identificados con tipos de aspecto claramente germánico- que toman un aire de figurones uniformados; sólo en uno de los dibujos aparece un soldado de elegante arrogancia, y la mujer a la que rodea con su brazos vuelve su rostro interrogante hacia el espectador.
No obstante, Bartolozzi subraya la humillación de las viudas en la última ilustración, mostrando el gesto avergonzado de una de ellas, que aparta la vista de sus indiferentes verdugos "porque lo que ha matado en ellas este baile sobrepasa a lo que mató en ellas la muerte de sus esposos".
A la conclusión del texto el dibujante incluye un medallón a modo de ex libris, que resume en una imagen alegórica el sentido del relato de Ramón; su peculiar síntesis de erotismo y muerte queda simbolizada por las figuras de dos músicos, el sátiro y la imagen arquetípica de la descarnada, que hacen sonar a dúo sus instrumentos.
Fuente Boletín Ramón
Notas
47 Op. cit., pp. 294-295. Pérez Ferrero, a propósito de la tertulia de Calleja (op. cit., T. II, p. 18) alude precisamente al momento descrito por Ramón en los párrafos citados: "La declaración de la guerra europea les sorprende en el café Universal. Ramón lee un manuscrito; es el esquema de El doctor inverosímil que, terminada su lectura, van a llevar a La Novela de Bolsillo para su publicación. En la Puerta del Sol se oyen los primeros gritos de las manifestaciones por la neutralidad de España; las primeras discusiones partidistas; los primeros agores consternados. Pero ellos entonces sólo viven para la literatura".
48 "El Baile de las viudas", Por Esos Mundos, 240 (I-1915), pp. 27-32; luego incluida en el volumen Muestrario (1918).
No obstante, esa impresión inicial chocará pronto con la constatación de la crueldad y violencia de una interminable carnicería, del "error y el horror de la guerra". En Automoribundia recuperaba Ramón los sentimientos y divagaciones que compartiera con Bartolozzi el primer día del conflicto:
El día de su declaración estábamos citados Salvador Bartolozzi y yo para llevar original y dibujos del esbozo de El Doctor Inverosímil a "La Novela de Bolsillo", y recuerdo que discutimos sus probabilidades de destrucción -que después resultaron exageradas- en la plataforma de un tranvía.
Al pasar frente al Banco de España notamos, sin embargo, al mirar su reloj y su fachada que aquel edificio hacía frente a los presentimientos, y eso nos dio ánimo. Era el primer retraso en el caminar de mi generación, la de destino más anormal, y que si triunfa del anonimato se debe a no sé qué milagro o a una persistencia bárbara a prueba de bomba. Una guerra mundial creíamos que iba a ser una cosa divertida, ensanchadora de panoramas, motivo para que un bien mayor venciese al mal oscuro y agresivo que se ocultaba en el bajo mundo, en las oscuras callejas de la Europa central.
-Lo malo será la peste- dijimos, sin saber bien lo que quería decir peste, dando ese nombre cambiado (con el pensamiento en la enfermedad clásica de los éxodos) a otra disolución de ideas, de ingenuidades augustas, del mismo amor de los hombres por las mujeres que es lo que iba a ser lo pestífero con todo el disimulo de los males interiores e invisibles.
Ahora que recuerdo con toda nitidez aquella hora sofocante pero optimista porque España no iba a entrar en la guerra [...] veo que no teníamos idea de lo que era una gran guerra, de cómo se paralizaban los motores del mundo, de cómo se mataba todo lo que se estaba experimentando hacía siglos en los laboratorios del alma.
Inconscientes, recién peinados, yendo a cobrar una cantidad de pesetas -que para más insignificancia nos pagaron en monedas de a peseta-, no supusimos el corte largo de trenes que iba a suponer aquella declaración de guerra de una tarde de verano.
Comenzamos a estar más solos que nunca los españoles y los jóvenes nos regodeamos en nuestra ingenuidad y profundizamos en ella como escarbando en la tierra que pisábamos con verdadero ensañamiento.
Si la fiera en otros lados, más allá de las fronteras, se dedicó a dar zarpazos a diestro y siniestro, nosotros nos dedicamos a sacar tierra de la tierra, a cavar a mano la fosa que nos correspondía, como si estuviesen en esa posibilidad de tumba todas las posibilidades de nuestro destino.
Tomamos los acontecimientos con sarcasmo y sin perder nuestro continente despejado y alegre. Estábamos medio bloqueados, pero nuestra personalidad no padecía por eso.47
La óptica más pesimista de Bartolozzi y la sensibilidad ante las víctimas, al margen de los bandos, que caracteriza sus dibujos sobre la guerra europea, es la que se impone también en una breve narración que Ramón dedica al asunto, titulada "El baile de las viudas" y publicada en enero de 1915 en la revista Por Esos Mundos. El escritor interpreta, sin abandonar su perspectiva pansexualista, la humillación de los vencidos, escenificada en un baile solemne en el que los ejércitos victoriosos someten a un simbólico ultraje a las viudas de los soldados rivales. El lenguaje de esta breve narración remite nuevamente al misticismo decadentista, identificando el baile con la imagen de martirio y profanación; por ello, resulta otra vez adecuada y ajustada al texto el recurso de Bartolozzi al referente pictórico prerrafaelista y simbolista en sus ilustraciones.48
El dibujo inicial presenta al grupo de las viudas con la apariencia de enlutadas vírgenes de un retablo de Burne-Jones, siguiendo libremente la sugestión de la descripción de Ramón: "están regias y miran profunda y brillantemente como las imágenes el día de su martirio y de su festividad, en que su culto y su iluminación son extraordinarios".
Las siguientes ilustraciones representan el rito de profanación, marcando el contraste entre la espiritualidad y belleza de las figuras femeninas y la imagen de los soldados identificados con tipos de aspecto claramente germánico- que toman un aire de figurones uniformados; sólo en uno de los dibujos aparece un soldado de elegante arrogancia, y la mujer a la que rodea con su brazos vuelve su rostro interrogante hacia el espectador.
No obstante, Bartolozzi subraya la humillación de las viudas en la última ilustración, mostrando el gesto avergonzado de una de ellas, que aparta la vista de sus indiferentes verdugos "porque lo que ha matado en ellas este baile sobrepasa a lo que mató en ellas la muerte de sus esposos".
A la conclusión del texto el dibujante incluye un medallón a modo de ex libris, que resume en una imagen alegórica el sentido del relato de Ramón; su peculiar síntesis de erotismo y muerte queda simbolizada por las figuras de dos músicos, el sátiro y la imagen arquetípica de la descarnada, que hacen sonar a dúo sus instrumentos.
Fuente Boletín Ramón
Notas
47 Op. cit., pp. 294-295. Pérez Ferrero, a propósito de la tertulia de Calleja (op. cit., T. II, p. 18) alude precisamente al momento descrito por Ramón en los párrafos citados: "La declaración de la guerra europea les sorprende en el café Universal. Ramón lee un manuscrito; es el esquema de El doctor inverosímil que, terminada su lectura, van a llevar a La Novela de Bolsillo para su publicación. En la Puerta del Sol se oyen los primeros gritos de las manifestaciones por la neutralidad de España; las primeras discusiones partidistas; los primeros agores consternados. Pero ellos entonces sólo viven para la literatura".
48 "El Baile de las viudas", Por Esos Mundos, 240 (I-1915), pp. 27-32; luego incluida en el volumen Muestrario (1918).
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