Ramón Gómez de la Serna y Salvador Bartolozzi (10)
"EL CAFÉ RECÓNDITO"
El primer texto de Ramón sobre la tertulia de Pombo, "El café recóndito", apareció publicado en el número de febrero de 1915 de la revista Por Esos Mundos con excelentes ilustraciones de Bartolozzi; seis dibujos que dotan de una imagen ideal y fantasmagórica al tradicional "café y botillería".
En la primera ilustración llega a Pombo con el autor subiendo calle Carretas, apenas iluminada por la luz interior del café y por la de un mortecino farol; en un recodo se adivina, como única presencia humana, una figura embozada en actitud de espera. Frente a esta visión brumosa del exterior, capta la atmósfera cálida y acogedora del local que resume bien la melancólica pareja de enamorados que "se estrecha en el escueto espacio que ocuparía una persona solitaria" o la imagen de belleza de "
Bartolozzi se suma también a la evocación romántica -leitmotiv del discurso de Ramón sobre Pombo- retratando a Goya como ilustre antepasado y advocación de los pombianos -"parroquiano asequible y real, aunque anacrónico"-, y dando su versión de la fantasmagórica imagen de "el otro camarero": el espectro cadavérico con patillas de borla que ayuda a buscar la manga perdida al que se pone el gabán o espera en soledad a la clientela.
Finalmente, incluye la galería de retratos de los pombianos de primera hora: la figura de Ramón, solitario bajo el espejo —"Un rato fumo solo y concierto con el minutero los sorbos de café, ese café que en la ausencia de los amigos que se esperaban es más amargo y más atrabiliario que nunca"—; después, el grupo de los primeros asiduos ya reunidos —entre los que se distingue junto a Ramón, a Rafael Calleja y José Bergamín-, con cierto aire solemne y en un ambiente de soledad íntima del que son síntoma las sillas vacías cubiertas por los gabanes.
Al respecto, el propio Ramón refleja en el texto la tranquilidad de estas reuniones iniciales, todavía sin la exaltada algarabía que había de caracterizar a Pombo:
Solemos estar Salvador Bartolozzi, el genial apache del hocico de ratón; José Bergamín, el contemplativo, al que parece que le duelen siempre las muelas, y Rafael Calleja, el suave artista, sonriente y galante siempre, como si una musa florista le estuviese poniendo una flor en el ojal. A veces aparece Tomás Borrás, el joven doncel al que anima un ansia admirable y generosa de matar al dragón; Bagaría, grave cabeza de medusa; Abril, libélula vaga e inaprehensible; Bernabéu, el marino; Rafael Bergamín, el cirio lagrimón; Emiliano Ramírez Ángel, tan persuadido y tan persuasivo; Néstor, con su rostro feroz; y otros buenos espíritus que aparecen con una admirable discreción una sola noche16.p
NOTAS
16 "El café recóndito", Por Esos Mundos, 241 (II-1915), p. 150.
Comentarios