Salvador Bartolozzi: notas para una biografía (8)
5. Guerra Civil, exilio y muerte.
Fuente Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
El estallido de la Guerra Civil supuso para Salvador, como para la práctica totalidad de sus compatriotas, una brusca interrupción de su trayectoria vital y profesional. Su colaboración con el bando de los vencidos determinó su salida del país y otra vez, aunque ahora por razones menos deseables, la necesidad de partir de cero renunciando a una exitosa carrera; si bien pudo rehacer su vida en Méjico y sobrellevar con dignidad sus últimos años, la ruptura había sido demasiado profunda y traumática como para recuperar el pulso espléndido de su anterior actividad.
El dibujante se había mantenido al margen de las luchas políticas; no obstante, era notoria su plena identificación con los ideales progresistas que se habían depositado en la República y sus simpatías hacia los grupos de la izquierda. Todo ello determinó su decisión de ponerse al lado de los que habían de ser derrotados:
La guerra le impresionó profundamente. Aquella inaudita revelación de la barbarie celtíbera, que yacía olvidada en capítulos de la historia cuyos tufos de sangre y fanatismo creíamos extinguidos, le causó como a otros muchos, primero estupefacción; después, asco; por último desprecio. Salvador era un espíritu reflexivo, elegante, y culto: por lo tanto, Salvador era liberal. Nunca fue político, ni se metió en política, ni perteneció a partidos, ni paró mientes, como no fuera para reírse, en las cursilerías de consignas o ademanes convencionales. Pero he aquí que de pronto, surge la catástrofe, prolifera el crimen, retiembla el suelo, y la inmensa tempestad nacional le arrastra, como a todo español, obligándole a tomar una decisión en consonancia con sus convicciones o por lo menos de acuerdo con sus simpatías y los dictados de su sensibilidad27.
Cuando estalla el conflicto, Bartolozzi se encontraba en Barcelona, gestionando la realización de una película de dibujos animados sobre sus personajes Pipo y Pipa. Junto a Magda Donato se trasladó algún tiempo a Valencia y de nuevo a Barcelona hasta 1938, realizando durante estos dos años carteles e ilustraciones con fines propagandísticos en apoyo de la causa republicana; finalmente ambos se vieron obligados a huir con lo puesto y cruzar la frontera francesa28.
Antonio Espina —proyectando tal vez su propia vivencia— describe con especial detalle todas las peripecias de la huida de la pareja hasta su definitiva llegada a Méjico. Tras una penosa experiencia de trece días bajo la tutela de las tropas francesas, Magda y Salvador lograron escapar de un tren de refugiados y fueron acogidos por sus amistades de París, y en concreto por el comediógrafo Claude-André Puget quien les auxilió durante el año y medio que vivieron instalados en la rue du Dragon en Saint Germain des Prés. En este periodo reanudan su actividad: preparan el estreno de un nuevo espectáculo para niños e intervienen en programas de la radio oficial; Bartolozzi disfruta de su nueva vida en la ciudad de sus triunfos juveniles: "Aquella —confesaba a su biógrafo— fue la época más feliz de mi vida"29.
El sueño se desvanece con la invasión alemana y se ven impelidos a una nueva huida llena de penalidades: desde Marsella llegan a Casablanca como puerto de enlace con América, pero el mercante Mont Viso que les lleva a tierras americanas es detenido en alta mar por los destructores ingleses y tras unos días de incertidumbre, en los que el dibujante enferma de gravedad, los pasajeros son trasladados por las autoridades de francesas a un campo de concentración en Kasbah-Tadla; merced a la intercesión de amistades francesas, Bartolozzi y Magda Donato regresan a Casablanca y logran sobrevivir gracias a las clases de español que daba ella y a una exposición de dibujos vendida íntegramente por el artista. Finalmente, a bordo del Quanza, buque portugués en el que viajaban Niceto Alcalá Zamora y el físico Blas Cabrera, arriban al puerto de Veracruz el 19 de noviembre de 1941.
Instalado en la capital de Méjico, Bartolozzi encontró un recibimiento muy favorable debido al éxito extraordinario de sus cuentos de Pinocho en toda América y vive un periodo de prosperidad transitoria, con un contrato en la radio y el puesto de director del Teatro Infantil en el Teatro de Bellas Artes30. Ya en 1942 sufre un cáncer en la mucosa bucal del que logra recuperarse; aunque afecta notablemente al ritmo de su actividad, sigue realizando ilustraciones y colabora en funciones teatrales.
En 1949 celebra su última exposición titulada "Madrid en el recuerdo" donde reúne dibujos realizados a lo largo de sus diez años de exilio. Por mediación de Tomás Borrás, proyecta el traslado de la exposición a Madrid y el regreso a su ciudad natal, frustrado fatalmente al reproducirse el cáncer que le llevará a la muerte:
Fue en Méjico, cuando hacía el atadijo de sus carpetas de dibujos para exponerlos en Madrid [...] "Iré en octubre", me escribía. Yo estaba ya buscándole un salón digno de su tarea de diez años, el Círculo de Bellas Artes o ese Museo de Arte Moderno donde le mira a usted en el lienzo de Solana con su fijeza de observador-reproductor de rasgos. Iba a ser la reentrada de un madrileño en Madrid, la consagración del consagrado, la segunda permanencia, definitiva, del perviviente en el amor a estos madriles. De repente, un tachón, y Bartolozzi no vendrá nunca. 31
El 9 de julio de 1950 muere Salvador Bartolozzi a la edad de sesenta y ocho años. Enterrado en el Panteón Español, su amigo Antonio Robles leyó unas cuartillas como homenaje póstumo.
Notas
27 Antonio Espina, op. cit., p. VIII. Andrés Trapiello se refiere a Bartolozzi como "dibujante socialista" (Las armas y las letras. Literatura y guerra civil (1036-1939), Barcelona, Planeta, 1994, p. 100); sin embargo, el dibujante se mantuvo, al parecer, relativamente alejado de la política antes de la Guerra Civil. Al respecto, una de las pocas muestras de su posición ideológica es su participación en la "I Exposición de arte revolucionario" celebrada en el Ateneo madrileño entre el 1 y el 12 de diciembre de 1933; Bartolozzi figura como "simpatizante" (véase la reseña de la exposición en la revista Octubre, 6, IV-1934, pp. 16-17). Antonina Rodrigo ratifica este extremo: tras la guerra, contra Bartolozzi no pesaba cargo alguno; sí contra Magda Donato, por su significada participación en la etapa republicana y sus comprometedores lazos familiares (art. cit. p. 106).
28 Pedro Lozano (op. cit., pp. 35-36) proporciona algunos detalles sobre el momento: el 18 de Julio Bartolozzi quedó aislado de su familia en Barcelona; en el curso de la guerra su casa madrileña quedó requisada y desaparecieron todas sus pertenencias. Al comenzar el conflicto Angustias Sánchez y los dos hijos menores estaban en Gijón. Francis y su marido Pedro Lozano salieron de Madrid y se reunieron con Salvador en Valencia, aunque después de la guerra pudieron quedarse en Pamplona protegidos por la familia Lozano. Maria del Mar Lozano señala la presencia de envíos del dibujante con motivos de la guerra —dos escenas de Evacuados— en el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París de 1937, junto a obras de Climent, Souto, Rodríguez Luna Puyol entre otros ("La colección de dibujos de Salvador Bartolozzi en el Museo Municipal de Madrid", art. cit., p. 518). Véanse otros detalles en Antonina Rodrigo, art. cit., pp. 103-104
29 Antonio Espina, op. cit., p. IX. En París, Salvador y Magda coinciden en París con José Zamora, María y Ricardo Baeza, Eusebio de Gorbea y Elena Fortún, Alberti y Maria Teresa León, Pitaluga, entre otros (Antonina Rodrigo, art. cit. p. 104).
30 Eduardo Zamacois recuerda a la pareja entre el grupo de españoles con los que convivía cotidianamente: "Allí estaban Libertad Blasco, el pintor Salvador Bartolozzi y su mujer Magda Donato, muy artista también; Antonio Zozaya, que acababa de enviudar, y vivía pobre y solitario en la vecindad del poeta Alfonso Camín; el director de "El Radical", de Valencia y luego de "El Liberal", de Madrid, Francisco Villanueva; Roberto Castrovido, Enrique Fajardo, Gonzalo de Reparaz, el historiador Rafael Altamira, el sabio Odón de Buen, el pintor Arturo Souto, y otras figuras preclaras" (Un hombre que se va... (Memorias), Barcelona, AHR, 1964, p. 462) A propósito de este periodo, véase: Antonina Rodrigo, art. cit., pp. 105-107 y María del Mar Lozano Bartolozzi, "La colección de dibujos de Salvador Bartolozzi en el Museo Municipal de Madrid", art. cit.
31 Tomás Borras, En Madrid, patria de todos, Madrid, Cultura Clásica y Moderna, 1964, p. 245. La exposición pudo verse sucesivamente en Buenos Aires, Méjico y Madrid. Los dibujos fueron traídos a España por Tomás Borrás y Sainz de Robles en valija diplomática y, finalmente, los herederos donaron la colección de treinta y seis dibujos al Museo Municipal de Madrid, donde entraron el 8 de abril de 1953 (véanse los detalles en: María del Mar Lozano, "La colección de dibujos de Salvador Bartolozzi en el Museo Municipal de Madrid", art. cit.). El artista había expresado repetidamente su deseo de regresar a Madrid a algunos de sus amigos; recuerda al respecto Espina: "[...] ya viejo, y en el destierro, al sentirse molesto por cualquiera de las muchas inadaptaciones que produce dicho estado, Bartolozzi solía exclamar con aquella sonrisa entre socarrona y amarga que le caracterizaba: "A tu pueblo grulla, aunque sea con una pata, como decía mi abuela" (op. cit., p. II); lo confirma asimismo Ramón Gómez de la Serna (Nuevos retratos contemporáneos y otros retratos, op. cit., p. 730).
Fuente Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
El estallido de la Guerra Civil supuso para Salvador, como para la práctica totalidad de sus compatriotas, una brusca interrupción de su trayectoria vital y profesional. Su colaboración con el bando de los vencidos determinó su salida del país y otra vez, aunque ahora por razones menos deseables, la necesidad de partir de cero renunciando a una exitosa carrera; si bien pudo rehacer su vida en Méjico y sobrellevar con dignidad sus últimos años, la ruptura había sido demasiado profunda y traumática como para recuperar el pulso espléndido de su anterior actividad.
El dibujante se había mantenido al margen de las luchas políticas; no obstante, era notoria su plena identificación con los ideales progresistas que se habían depositado en la República y sus simpatías hacia los grupos de la izquierda. Todo ello determinó su decisión de ponerse al lado de los que habían de ser derrotados:
La guerra le impresionó profundamente. Aquella inaudita revelación de la barbarie celtíbera, que yacía olvidada en capítulos de la historia cuyos tufos de sangre y fanatismo creíamos extinguidos, le causó como a otros muchos, primero estupefacción; después, asco; por último desprecio. Salvador era un espíritu reflexivo, elegante, y culto: por lo tanto, Salvador era liberal. Nunca fue político, ni se metió en política, ni perteneció a partidos, ni paró mientes, como no fuera para reírse, en las cursilerías de consignas o ademanes convencionales. Pero he aquí que de pronto, surge la catástrofe, prolifera el crimen, retiembla el suelo, y la inmensa tempestad nacional le arrastra, como a todo español, obligándole a tomar una decisión en consonancia con sus convicciones o por lo menos de acuerdo con sus simpatías y los dictados de su sensibilidad27.
Cuando estalla el conflicto, Bartolozzi se encontraba en Barcelona, gestionando la realización de una película de dibujos animados sobre sus personajes Pipo y Pipa. Junto a Magda Donato se trasladó algún tiempo a Valencia y de nuevo a Barcelona hasta 1938, realizando durante estos dos años carteles e ilustraciones con fines propagandísticos en apoyo de la causa republicana; finalmente ambos se vieron obligados a huir con lo puesto y cruzar la frontera francesa28.
Antonio Espina —proyectando tal vez su propia vivencia— describe con especial detalle todas las peripecias de la huida de la pareja hasta su definitiva llegada a Méjico. Tras una penosa experiencia de trece días bajo la tutela de las tropas francesas, Magda y Salvador lograron escapar de un tren de refugiados y fueron acogidos por sus amistades de París, y en concreto por el comediógrafo Claude-André Puget quien les auxilió durante el año y medio que vivieron instalados en la rue du Dragon en Saint Germain des Prés. En este periodo reanudan su actividad: preparan el estreno de un nuevo espectáculo para niños e intervienen en programas de la radio oficial; Bartolozzi disfruta de su nueva vida en la ciudad de sus triunfos juveniles: "Aquella —confesaba a su biógrafo— fue la época más feliz de mi vida"29.
El sueño se desvanece con la invasión alemana y se ven impelidos a una nueva huida llena de penalidades: desde Marsella llegan a Casablanca como puerto de enlace con América, pero el mercante Mont Viso que les lleva a tierras americanas es detenido en alta mar por los destructores ingleses y tras unos días de incertidumbre, en los que el dibujante enferma de gravedad, los pasajeros son trasladados por las autoridades de francesas a un campo de concentración en Kasbah-Tadla; merced a la intercesión de amistades francesas, Bartolozzi y Magda Donato regresan a Casablanca y logran sobrevivir gracias a las clases de español que daba ella y a una exposición de dibujos vendida íntegramente por el artista. Finalmente, a bordo del Quanza, buque portugués en el que viajaban Niceto Alcalá Zamora y el físico Blas Cabrera, arriban al puerto de Veracruz el 19 de noviembre de 1941.
Instalado en la capital de Méjico, Bartolozzi encontró un recibimiento muy favorable debido al éxito extraordinario de sus cuentos de Pinocho en toda América y vive un periodo de prosperidad transitoria, con un contrato en la radio y el puesto de director del Teatro Infantil en el Teatro de Bellas Artes30. Ya en 1942 sufre un cáncer en la mucosa bucal del que logra recuperarse; aunque afecta notablemente al ritmo de su actividad, sigue realizando ilustraciones y colabora en funciones teatrales.
En 1949 celebra su última exposición titulada "Madrid en el recuerdo" donde reúne dibujos realizados a lo largo de sus diez años de exilio. Por mediación de Tomás Borrás, proyecta el traslado de la exposición a Madrid y el regreso a su ciudad natal, frustrado fatalmente al reproducirse el cáncer que le llevará a la muerte:
Fue en Méjico, cuando hacía el atadijo de sus carpetas de dibujos para exponerlos en Madrid [...] "Iré en octubre", me escribía. Yo estaba ya buscándole un salón digno de su tarea de diez años, el Círculo de Bellas Artes o ese Museo de Arte Moderno donde le mira a usted en el lienzo de Solana con su fijeza de observador-reproductor de rasgos. Iba a ser la reentrada de un madrileño en Madrid, la consagración del consagrado, la segunda permanencia, definitiva, del perviviente en el amor a estos madriles. De repente, un tachón, y Bartolozzi no vendrá nunca. 31
El 9 de julio de 1950 muere Salvador Bartolozzi a la edad de sesenta y ocho años. Enterrado en el Panteón Español, su amigo Antonio Robles leyó unas cuartillas como homenaje póstumo.
Notas
27 Antonio Espina, op. cit., p. VIII. Andrés Trapiello se refiere a Bartolozzi como "dibujante socialista" (Las armas y las letras. Literatura y guerra civil (1036-1939), Barcelona, Planeta, 1994, p. 100); sin embargo, el dibujante se mantuvo, al parecer, relativamente alejado de la política antes de la Guerra Civil. Al respecto, una de las pocas muestras de su posición ideológica es su participación en la "I Exposición de arte revolucionario" celebrada en el Ateneo madrileño entre el 1 y el 12 de diciembre de 1933; Bartolozzi figura como "simpatizante" (véase la reseña de la exposición en la revista Octubre, 6, IV-1934, pp. 16-17). Antonina Rodrigo ratifica este extremo: tras la guerra, contra Bartolozzi no pesaba cargo alguno; sí contra Magda Donato, por su significada participación en la etapa republicana y sus comprometedores lazos familiares (art. cit. p. 106).
28 Pedro Lozano (op. cit., pp. 35-36) proporciona algunos detalles sobre el momento: el 18 de Julio Bartolozzi quedó aislado de su familia en Barcelona; en el curso de la guerra su casa madrileña quedó requisada y desaparecieron todas sus pertenencias. Al comenzar el conflicto Angustias Sánchez y los dos hijos menores estaban en Gijón. Francis y su marido Pedro Lozano salieron de Madrid y se reunieron con Salvador en Valencia, aunque después de la guerra pudieron quedarse en Pamplona protegidos por la familia Lozano. Maria del Mar Lozano señala la presencia de envíos del dibujante con motivos de la guerra —dos escenas de Evacuados— en el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París de 1937, junto a obras de Climent, Souto, Rodríguez Luna Puyol entre otros ("La colección de dibujos de Salvador Bartolozzi en el Museo Municipal de Madrid", art. cit., p. 518). Véanse otros detalles en Antonina Rodrigo, art. cit., pp. 103-104
29 Antonio Espina, op. cit., p. IX. En París, Salvador y Magda coinciden en París con José Zamora, María y Ricardo Baeza, Eusebio de Gorbea y Elena Fortún, Alberti y Maria Teresa León, Pitaluga, entre otros (Antonina Rodrigo, art. cit. p. 104).
30 Eduardo Zamacois recuerda a la pareja entre el grupo de españoles con los que convivía cotidianamente: "Allí estaban Libertad Blasco, el pintor Salvador Bartolozzi y su mujer Magda Donato, muy artista también; Antonio Zozaya, que acababa de enviudar, y vivía pobre y solitario en la vecindad del poeta Alfonso Camín; el director de "El Radical", de Valencia y luego de "El Liberal", de Madrid, Francisco Villanueva; Roberto Castrovido, Enrique Fajardo, Gonzalo de Reparaz, el historiador Rafael Altamira, el sabio Odón de Buen, el pintor Arturo Souto, y otras figuras preclaras" (Un hombre que se va... (Memorias), Barcelona, AHR, 1964, p. 462) A propósito de este periodo, véase: Antonina Rodrigo, art. cit., pp. 105-107 y María del Mar Lozano Bartolozzi, "La colección de dibujos de Salvador Bartolozzi en el Museo Municipal de Madrid", art. cit.
31 Tomás Borras, En Madrid, patria de todos, Madrid, Cultura Clásica y Moderna, 1964, p. 245. La exposición pudo verse sucesivamente en Buenos Aires, Méjico y Madrid. Los dibujos fueron traídos a España por Tomás Borrás y Sainz de Robles en valija diplomática y, finalmente, los herederos donaron la colección de treinta y seis dibujos al Museo Municipal de Madrid, donde entraron el 8 de abril de 1953 (véanse los detalles en: María del Mar Lozano, "La colección de dibujos de Salvador Bartolozzi en el Museo Municipal de Madrid", art. cit.). El artista había expresado repetidamente su deseo de regresar a Madrid a algunos de sus amigos; recuerda al respecto Espina: "[...] ya viejo, y en el destierro, al sentirse molesto por cualquiera de las muchas inadaptaciones que produce dicho estado, Bartolozzi solía exclamar con aquella sonrisa entre socarrona y amarga que le caracterizaba: "A tu pueblo grulla, aunque sea con una pata, como decía mi abuela" (op. cit., p. II); lo confirma asimismo Ramón Gómez de la Serna (Nuevos retratos contemporáneos y otros retratos, op. cit., p. 730).
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