Receta del "Gato asado"
Cocineros gananciosos –que seguramente nunca fueron de Madrid– los adoban a veces como conejos o cabritos; y sabido es que un cocinero aragonés, que no ocultó su nombre: Ruperto de Nela, se los guisaba al rey Fernando I de Nápoles, que hizo de ese plato su manjar favorito.
Hasta dio la receta en su célebre libro de cocina con toda avilantez: “El gato que esté gordo tomarás, mejor si es montesino o del vecindario, porque parece crueldad el de casa. Y degollarlo has, y después de muerto cortarle la cabeza y echarla a mal, porque no es para comer, que se dice que comiendo los sesos del gato pierde los suyos o juicios el que los come”, etc., etc., pues la receta es larga y si la doy nos íbamos a desayunar con gato al fin y al cabo.
Costumbre posadera que el mismo Quevedo denunció, como hemos visto, por boca de uno de sus micifuces o morrongos de su Cabildo. Para la desconfianza a que nos den gato por liebre no bastaba con decir “”¡Zape!”, exclamación breve y que puede ser desoída, sino que hay que saber la propia abracadabra que se necesita.
Lo litúrgico es ponerse en pie frente a la cazuela y, con aire pontifical, exclamar:
Si eres cabrito
manténte frito,
y si eres gato
salta del plato.
La prueba, como se ve, tiene algo de contrabrujería.
En el viejo Café de Fornos, de Madrid, el antiguo dueño quiso dar una broma a unos amigos que habían dicho que a ellos no se la pegarían nunca dándoles, gato por liebre.
La cena fue abundante y ricamente regada con vinos viejos; pero cuando ya estaban en los puros y en el café con copa, el dueño mandó llamar al cocinero, y este trajo, clavadas en una tabla, cuatro hermosas cabezas de gato, restos del guiso que habían alabado tanto."
(Ramón Gómez de la Serna)
Comentarios
ENORABUENA POR TU BLOG
Gracias ;)
Agradecido. Los libros antiguos siempre son interesantes. Y cuando dan prueba del uso de ingredientes que digamos han caido bastante en desuso hoy en día, dan pie a conversaciones de sobremesa interesantes.